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martes, 28 de junio de 2016
Coches autónomos: diseñando un cerebro y una moral artificiales
Mucho se está escribiendo acerca de los coches autónomos y sobre los aspectos intrínsecos a su programación y puesta en marcha.
Y no en vano, es un tema que está en auge una vez que los mecanismos físicos y materiales ya están listos para poner el sistema en marcha. Es el turno de diseñar la parte del software, de manera que sea lo suficientemente avanzado, completo y fiable como para constituir una solución completa.
Las posibilidades de este medio hacen que sea algo casi obligatorio su implantación, en aras de una mayor sostenibilidad, seguridad y rentabilidad en la forma en la que, cada vez más gente, nos desplazamos de manera rutinaria.
Y es que se les acaba el tiempo a las energías provenientes de combustibles fósiles, pero también se le acaba el tiempo al número de vehículos que pueden asimilar y soportar nuestras ciudades; no hay más que intentar circular por una ciudad grande en hora punta para entender que, si bien hay margen de mejora en las infraestructuras, no está muy lejano el límite tras el cual no se podrá garantizar con un mínimo de garantías la acogida de un flujo cada vez mayor de usuarios en nuestras carreteras.
Así las cosas, son varias y variadas las vías en las que se está investigando para alcanzar sopluciones basadas en energías más ecológicas y en vehículos autónomos. Por ejemplo, leíamos en el Whasington Post (https://www.washingtonpost.com/news/innovations/wp/2016/06/16/how-to-get-a-free-ride-in-a-self-driving-shuttle-this-summer/), cómo incluso se pretende crear vehículos de transporte multitudinario usando de manera combinada las bondades de tecnologías como la impresión 3D y la conducción autónoma.
No obstante, hay que valorar detenidamente los problemas que surgirían a raíz de un cambio tan importante como este.
Se ha escrito -como leímos en Xataka ()- sobre el impacto que tendría un mundo sin multas en la economía presupuestaria de los ayuntamientos y el estado. Con coches autónomos, pierden sentido las multas...no obstante, para malestar de los detractores de las multas, parece que el impacto económico no supone un gran volumen monetario, así que habrá que empezar a pensar en las multas como algo meramente disuasorio, pese a que en caliente siempre nos inclinamos a ver sólo el afán recaudatorio.
Pero un problema de mayor calado, será la programación en caso de ciertos conflictos. Sin ir más lejos, podemos (y debemos) ponernos en la casuística de que el vehículo se encuentre en riesgo manifiesto de colisión y de esquivar el obstáculo.
¿Qué hacemos si para esquivarlo debe arrollar a unos peatones que se encontraban paseando por la acera? ¿debería el vehículo "sacrificarnos" para evitar un mal mayor? y no menos importante ¿te subirías a un vehículo que tenga potestad para decidir si debemos vivir o por el contrario se debe apostar por el bien común?
Son cuestiones nada fáciles de resolver y seguro que quedan opciones por explorar (por ejemplo adaptar una infraestructura para que sea segura en un contexto de vehículos autónomos), pero se presenta un buen dilema que habrá que solventar en mayor o menor medida para facilitar la implantación progresiva de esta tecnología.
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